miércoles, 18 de febrero de 2015

Cruzando el estrecho (1)

El pasado fin de semana, este blogero cruzó el Estrecho. Es cierto que su trabajo de campo se lleva a cabo fundamentalmente en Madrid pero parece oportuno aprovechar los viajes para contar lo visto y oído. El lugar de destino era Tánger, la ciudad marroqui que más mira a España, que más españoles recibe y donde más español se escucha. En el botel Minzah, el mapa histórico colgado en la pared está firmado por el Estado Mayor del Ejército Español. Desde la terraza de la habitación se ve España. La primera cerveza se bebe en un hermoso patio andaluz aunque rodeados de fotos de Churchill, Onassis, Rita Hayworth, F.F. Coppola, etc. El primer paseo, doblando la esquina, nos lleva por una calle claramente española por su arquitectura y porque se llamó "Cuesta de la playa". A la derecha un antiguo colegio español. A la izquierda un cartel de época, de latón, que dice: "Alimentación general. Servicio a domicilio" y enseguida una escena habitual: un joven marroquí pregunta de qué ciudad venimos y ante la respuesta, asegura que ha vivido en la Puerta de Toledo. Es su manera de ofrecerse como guía pero fracasa ante el hecho de que nosotros hemos vivido en este país y uno de nuestros acompañantes todavía vive.

Tomamos una de las bocacalles que se llama Esperanza Orellana. Sevillana a la que su marido regaló la joya que vamos a ver, el Gran Teatro Cervantes, la única muestra del modernismo español de la ciudad, obra del arquitecto Diego Jiménez, tangerino, hijo de españoles y responsable de urbanizar la mayor parte del Boulevard Pasteur, la Gran Vía de Tánger. El Teatro se inauguró en 1913, en 1929 pasa a ser del Estado Español que en 1974 lo cede  a la municipalidad de Tánger. Ha habido intentos de salvarlo pero no han prosperado. Mientras hacemos fotos parecen oirse las músicas, las conversaciones, los aplausos de los bailes, fiestas, zarzuelas y espectáculos de sus años dorados: de Caruso a María Guerrero, de Juanito Valderrama a la Niña de Antequera, de Concha Piquer a Antonio Machín y de Antonio Molina a Pedro Terol o Ismael Merlo. A todos me parece oirlos porque, menos a los dos primeros, al resto mi edad me permitió escucharlos en el Gran Teatro de mi ciudad natal, éste ya desaparecido, derribado y sustituido por un bloque de pisos.

Ah! también me pareció escuchar la risa nerviosa y la voz inconfundible de Juanita Narboni.

Continuará

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