Había ido a esa clínica varias veces por motivos familiares. Había
estado en otros centros privados sin aglomeraciones incluso
encontrándonos absolutamente solos en edificios inmensos que producían
miedo. Es cierto que en esta consulta concreta la aglomeración era
habitual pero esa tarde me pareció que todo ocurría porque yo acababa de
inaugurar mi blog y necesitaba que sucedieran cosas excepcionales
para poder contarlas aquí. Les aseguro que todo transcurrió como se lo
cuento.
Esperábamos el ascensor una pareja de chicos jóvenes y yo. De momento me
pareció que hablaban de patatas rellenas, lo que me desconcertó porque no
suele ser un tema que se escuche en lugares como ese. Al subir se
confirmó mi sospecha. Efectivamente el más bajito explicaba al más
fornido y se ve que más veterano, que iba a preparar una patata
rellena, seguramente de guiso de costillas. El veterano estuvo de acuerdo
y los dos afirmaron que eso lo hacía el jovencito "con la gorra". Por
un momento pensé que serían los cocineros de la clínica pero cuando
bajaron miré que planta era y lo comprendí. Era la de neonatologia y
paritorios. Lógicamente era la planta para celebraciones y para hablar
de cocina. Parecía una señal de que la tarde iba a ser distinta pero
positivamente. Que error. Al entrar en el espacio de la consulta la
sensación fue la del metro en hora punta. Más gente que nunca. La
mayoría de pie en el pasillo dispuestas al sacrificio porque iban
pasando las horas y el ambiente pasaba de la incredulidad al cabreo. ¿Es
siempre así? preguntaban los novatos. ¡Qué sabe usted! contestó una
veterana. Es que vienen tantos acompañantes que no hay sillas para
todos. Con decirle que el otro día vino una mujer a operarse de cataratas
y venían ocho personas con ella y no quiero contarle cuando viene el
Jeque, entonces sí que.....(yo no me imaginaba a un jeque en aquel piso
de pasillo estrecho y cuatro habitaciones de los años cincuenta). Pues
dicen que es un doctor muy bueno, pero esto es vergonzoso, respondió la
contertulia. Parecía que se estaba fraguando una rebelión entre gente de
muy buena educación y de una clase social poco acostumbrada a esas
expresiones. Llevábamos allí tres horas. Me levanté al pasillo y me
coloqué frente a una puerta entreabierta de otra consulta sin clientes.
De pronto oigo y veo como una mujer que parece o una médico o una
enfermera de rango rompe con saña un objeto que no logro identificar
mientras profiere en voz alta algunas palabras que no capto porque habla
hacia la pared. A los pocos minutos llega un hombre que parece el
doctor de esa consulta y al abrir la puerta, la mujer en el paroxismo de
su ira le grita mirándome no sé si sospechando que puedo ser un espía: "
p...m....de hospital". Me quedo helado sobre todo porque la clínica es
de una orden religiosa.
Cuando estoy tomando aliento se escucha en todo el pasillo una música que
me parece más increíble todavía. Es....¡La Internacional! No puede
ser...Pues sí, es un teléfono móvil de un señor que acaba de entrar con
una señora relativamente joven. Es verdad que por su vestimenta puede
ser de Comisiones Obreras, pero.. ¿qué hace aquí si aquí cobran por
respirar y cada inyección ronda los mil euros y las aseguradoras ya no
las cubren? Decididamente esta tarde es especial.
Cuando vamos a cumplir
las cuatro horas y a punto de irnos, una joven, esta sí claramente
alternativa viene a dejar a su padre y al ver el panorama y
parece que experimentada en este escenario le da dos palmadas en el
hombro y dice en voz muy alta para que todos le oigan con toda la ironía de
que es capaz: ¡Viva la sanidad privada!
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